Conocí a Alvarez
Guedes en una de las emisoras de Raúl Alarcón en Miami, a fines del siglo pasado:
Un señor ya mayor, impecablemente vestido, de finos modales y que destilaba
cultura general por cada uno de sus poros.
Una gran dicha el
saludarlo e intercambiar algunas palabras cada mediodía. Todo cubano dentro y fuera
de la Isla creció escuchándolo y riendo sus chistes e historias, mientras más
inverosímiles más intensas e hilarantes.
Gran patriota. Otra
víctima de ese sueño que por siempre nos amenaza, de morir antes que la patria
haya sido liberada, y no poder vivir el
gozo de ver cerrada la más ignominiosa página de nuestra historia.
Descansa en paz Guillermo
Alvarez Guedes, y que allá, en el buen lugar adonde vayas, sigas alegrando a
quienes tengan la suerte de rodearte.
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