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jueves, 4 de noviembre de 2010

Las ESBEC

Uno de los grandes aportes del ComaAndante a su Robolución lo fueron las Escuelas en el Campo, grandes edificios que albergaban enormes cantidades de adolescentes, para dogmatizarlos en aulas a la par que eran obligados a practicar la agricultura en pago a la tal educación. Pero nunca nadie dudó de la gratuitidad del sistema de enseñanza, y el trabajo del campo jamás significó, por difícil para niños urbanos que conocían de lo rural solo por fotos, una retribución monetaria al gobierno, sino una forma integral de formación para las nuevas generaciones. Estas becas a escala generalizada significaron un tránsito atropellado entre la infancia y la adultez para cientos de miles de cubanos que en ellas crecimos. A una ESBEC se iba a vivir el niño sin conocer otro hogar que el de su familia, muchas veces sin cumplir aún los doce años, para comenzar a explorar lo nunca antes imaginado. A convivir con contemporáneos de su propio sexo y del contrario,obligado a compartirlos y a tolerarlos,a ayudarlos ó renegarlos. Las Escuelas en el Campo incluyen la carencia de todas las normas de higiene, un déficit nutricional en la etapa fundamental del desarrollo físico del adolescente, el descubrimiento del mundo sexual y la práctica desmedida sin una orientación sobria, el divorcio de las ideas y criterios éticos aprendidos desde la cuna en el seno familiar, y el ateísmo como única y suprema alternativa religiosa aceptada por la sociedad. Y no hubo otra, en los años ochenta desaparecieron las escuelas preuniversitarias en las ciudades, para hacerse bachiller había que marchar a la campiña. Por miles se contaron estas pseudoescuelas.Todas de arquitectura muy parecida a una caja de zapatos. Muy similares son también las historias de quienes las padecieron. Junto al dulce recuerdo de las edades más bellas de la vida, el primer amigo y la primera noviecita, se revuelve la hiel por aquel jefecito campesino que te obliga a doblar el lomo aunque sientas dolor y no puedas siquiera con el peso de la guataca, o del professor que te suspende el permiso de ir a tu casa por dos días después de tres semanas rezando por ese pequeño descanso, ó el que casi muere de frío en el invierno porque le robaron la colcha, ó de hambre porque la comida estaba peor que la de una prisión, ó al otro que casi lo matan a golpes, y la muchacha que tiene que acostarse con el professor para que no le hagan la vida insoportable. Muchos fueron a las ESBEC obligados por sus padres, éstos su vez engañados de que era la mejor forma para que sus hijos llegaran a las universidades. Quienes lo lograron y no fueron sancionados por “actitudes no acordes al proceso revolucionario”, todavía al concluir sus estudios debieron pagar durante sus primeros años como profesionales el costo de la enseñanza. De modo que la tal Robolución al final siempre nos pasó la cuenta. Aunque hubieses trabajado en el campo como un burro, al final pagas igual. El mito de la educación gratuita es solo eso. A quien no sea cubano con el cuento.

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