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viernes, 13 de abril de 2012

Otro crímen

La historia se repite una y otra vez: en la era moderna desde hace medio siglo, pero antes cuando eramos la colonia predilecta de España sucedió en muchas épocas. Desde Heredia y el padre Varela suman casi doscientos años de escenas similares, cuando buenos cubanos dicen adiós a la vida sin poder despedirse de su terruño querido. El último hace pocos días, el Monseñor Agustín Román, desterrado en 1961 junto a centenares de sacerdotes católicos porque aquellos barbudos eran muy ateos y no concebían que los hombres pudieran asistir a los templos para bendecir a Dios ni al hijo de éste, ellos habían creado el suyo propio y al hijo de su mamá. Este amantísimo cubano dedicó su vida lejos de su tierra a venerar a la Virgen de la Caridad, la Patrona de la Isla, y con su esfuerzo se creó el único templo auténtico libre dentro y fuera de Cuba donde se puede honrar a la aparecida hace cuatro siglos. Irónicamente, los mismos que expulsaron a Román y sus colegas hace cincuenta años y llenaron las cárceles y los paredones de fusilamiento con ecos de "Viva Cristo Rey", hace muy poco fueron bendecidos por la gracia del santísimo Papa. Que un buen hombre muera lejos de donde nació porque otros hombres asumen el derecho de impedírselo, es un crímen. Uno más en la larguísima lista que enloda al la sanguinario régimen.

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